Son esas horas que deliras, que te mueres por desnudarte en su cama y que te toque como si fueras a romperte, que el querer se quede corto y que los cortes duelan menos. Son los minutos perfectos para el suplicio, el derroche, la ternura de los dientes en el pecho y del odio derramado por los ojos llenos de amor. Los segundos de un suspiro roto, un viento seco y unas manos que se buscan sin querer, llenas de rabia por encajar los dedos a la perfección. Y pasa la noche en la que se te salen del cuerpo las ganas por rozar su piel sin importar que queme y que pique y que te rasques y sangres y te bese los colmillos.
Porque a oscuras te siento mejor.