Aquella primera vez que me metiste en tu cama supe que desde ahí, solo con mover las pestañas, podríamos dominar el mundo.
Y así ha sido.
Hasta el día de hoy, utilizando distintas armas, nos hemos dado el placer y también el lujo de tomar el tiempo como quién disfruta de un café ardiendo, desparramado en curvas peligrosas y piernas infinitas.
Ha habido guerras, batallas que he perdido y otras en las que incluso te has dejado ganar y sí, me refiero a mirarte apoyada en la almohada, frágil, intacta, nuevecita para mi deleite, ligera, casi flotando...y no he sabido más que acercarme despacio, con miedo a romperte de ganas.
Cual ha sido mi sorpresa que te he encontrado despierta y voraz, com un ejército a cuestas y una estrategia en el ombligo.
Y es cuando te das cuenta de que la vida puede ser eso que se pasa invirtiendo el deseo en minutos, horas y segundos.
Porque nada me llena más que llenarte.